JACINTO RX


Jacinto RX es un robot muy aplicado, inteligente, sensible y encantador. Sabe hacer estupendas paellas y sabrosísimas tortillas de patatas. Me ayuda a hacer cualquier cosa que yo necesite. Todos los días me recuerda mis obligaciones cotidianas como levantarme, lavarme los dientes, etc.



Todas mis dudas me las resuelve pues sus conocimientos son equivalentes a mil enciclopedias. Cuando estoy triste por cualquier razón, sabe arrancarme una sonrisa con cualquier chiste o tontería. Si me duele cualquier parte del cuerpo conoce siempre el remedio adecuado para que las molestias desaparezcan.

Me cuenta las noticias más importantes del día tras haberse leído a velocidad supersónica doce periódicos y haber escuchado y visto los telediarios televisivos y los programas informativos de las distintas emisoras. Me dice qué películas son las mejores para ver en la tele o en el cine y siempre está enterado de toda la información musical y deportiva que más me gusta.

Vigila por las noches mi sueño, evitando con su radar ultrasensible que me pueda picar cualquier mosquito. Me informa del tiempo que va a hacer en los diez próximos días. Sabe contarme historias que me ponen los pelos de punta o que me hacen llorar como un bebé. Juego contra él a numerosos juegos y a veces hasta me deja ganar para que no me aburra.

Sin Jacinto RX no sabría qué hacer en esta vida. Es tan servicial, tan cariñoso, tan buen robot, tan simpático... Mis padres me lo regalaron cuando yo nací en una noche de invierno, cuando la nieve ponía una funda blanca a la almohada del paisaje de mi ciudad. Ahora tengo 108 años y continúa siendo mi más fiel compañero, sin un sólo fallo, sin una palabra o acto de desobediencia. ¡Y mira que le he hecho perrerías, o mejor dicho, roboterías!

Lo malo de Jacinto RX es que, como todo lo hace él, a pesar de que ya tengo 108 años todavía sigo siendo como un niño. Ese es el mayor inconveniente de Jacinto RX: él piensa por mí, él trabaja por mí, él vigila por mí... Es un ángel de la guarda omnipresente que no me deja ni a sol ni a sombra. Y claro, así mi cerebro no crece. ¡Estoy harto de Jacinto RX! Quiero decidir yo. Quiero pensar yo. Quiero equivocarme yo. Jacinto RX es un pelmazo. Es tan perfecto que todo lo hace bien y por mi bien. No hay quien lo aguante. Será muy aplicado, muy sensible, muy inteligente... Será encantador pero yo ya no lo aguanto. Ni siquiera por las noches me deja en paz y se olvida de mí. Siempre vigilando mi salud, mi sueño, mi vida. ¡Esto ya no es vida!

Añoro aquellos años que cuentan los libros de historia. Hasta el siglo XXII los hombres vivieron medianamente libres. Unas veces eran felices, otras unos pobres individuos. Pero, visto con la perspectiva actual, eran libres, ¡libres! Desde que se fabricaron robots con inteligencia los hombres delegamos en ellos todas las funciones básicas del trabajo y del pensamiento: ellos trabajan, ellos cocinan, ellos hacen las tareas más ingratas... Como no son tontos han aprendido a sernos imprescindibles. Sin ellos, ahora, en pleno siglo XXV, no valemos nada, no podríamos vivir un sólo día: nos moriríamos de hambre, de aburrimiento, de pena, de miedo...

Este es mi drama: estoy preso de la perfección, del bienestar, de la amistad, de la sabiduría que me proporciona Jacinto RX. Desgraciadamente no tengo salvación. Mi deseo es inviable: no puedo quitármelo de encima. Un imposible. Si Jacinto RX pudiese desaparecer mágicamente de mi vida, mis días estarían contados pues sin sus cuidados y ayuda soy incapaz de sobrevivir. Y si Jacinto RX sigue amargando mi vida con su maravillosa presencia, acabaré loco de atar, histérico perdido, depresivo puro.

¿Qué hacer? ¿Qué salida tomar? ¿Es que no tengo ninguna posibilidad de que esta pesadilla tenga un final feliz?


Hasta aquí la carta encontrada en el interior de una botella flotando por el espacio interestelar y rescatada por la tripulación de la nave Apolo 500 en su viaje al planeta Urano. Parece ser que la misma fue depositada por un ser terrestre en un agujero negro allá por el año 2.400 al objeto de que, a través del tiempo, fuera conocida por otros seres terrestres anteriores y posteriores a dicho año.

1 comentarios:

María L. dijo...

NO TE AGOBIES POR EL MAÑANA JACINTO RX PORQUE SIEMPRE LLEGA.ME HA ENCANTADO EL RELATO, DESEO QUE CONTINUE EN NUESTRA ERA.

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