- Buenos días.
- Buenas tardes.
- ¿Cómo están ustedes?
- ¿Ustedes... refiriéndose a mí?
- A usted.
- Pues somos unos ustedes muy solitarios.
- ¿Están ustedes solos?
- Ustedes no sé como estarán, yo, que soy usted, estoy más solo que un chorizo de Cantimpalo.
- Un momento, está usted equivocado.
- ¿Están acompañados los chorizos de Cantimpalo?
- No lo sé. Usted ha dicho textualmente: "Yo, que soy usted". Y sin ánimo de interferir en su ego, que yo sepa usted es usted, pero jamás será yo.
- ¡Cómo que yo jamás seré yo!
- Yo, refiriéndome a usted, será yo, siempre que usted sea yo; pero yo, refiriéndome a usted, que soy mí, jamás será yo.
- O sea que yo debo de ser mí si no soy usted a pesar de ser yo. Pues yo no entiendo esto de usted ni de mí.
- Uno es uno siempre.
- Ahora llegan los unos. O sea que aquí estamos yo, que soy yo, usted, mí, usted que soy yo desde usted, yo que es usted desde usted, mí que debe ser un vecino musical y ahora para acabar de resolver los problemas llegan los unos. ¡El completo, vamos!
- No llegan los unos.
- Pues si no son los unos serán los otros.
- Ni los unos ni los otros.
- O sea que llegan unos pero no llega nadie. ¡Que llegada más solitaria! ¿Les estaba usted esperando?
- Yo no espero a nadie.
- ¿También vendrá Nadie? ¡Jo! No vamos a caber tanta gente.
- Nadie no llega.
- Menos mal. Uno menos.
- Oiga, ¿sabe que usted es un complicado?
- ¿Yo? ¿Complicado yo? ¡Me llama complicado a mí, él que es siete u ocho personas a la vez!
- ¿Dice usted él refiriéndose a mí?
- ¡Ya vuelven los Mis! He dicho él refiriéndome a usted.
- De modo que yo para usted soy él.
- Perdone. Usted, para mí es usted y a veces usted es él.
- ¿Qué es él?
- Usted.
- ¿Y mí? ¿Dónde me deja usted a mí?
- Mí... Mi puedo ser yo desde mí. Usted no puede ser mí, desde yo.
- ¿Desde que yo?
- Desde yo-yo.
- Oiga, deje los juegos ahora que estamos en una conversación muy seria. ¿A qué yo se refiere al decir yo-yo?
- Yo, soy yo. Usted es usted, pero como usted desde su yo es yo, y yo soy usted, para distinguirme de su yo me llamo yo-yo.
- ¿Usted se llama Yoyo? ¡Que divertido! Jamás conocí a nadie que se llamara Yoyo.
- ¡Dios! ¡Ya me ha bautizado de nuevo! Escuche, ¿usted sabe quién soy yo?
- Yoyo, ¿Yoyo Pérez, tal vez?
- Yo me llamo Agapito Martínez.
- Yo, no.
- ¿Usted no se llama Agapito Martínez?
- No, que va. Yo me llamo Fulgencio Pérez.
- ¿Usted no será pariente de Fulgencio Pérez?
- Mas que parientes, somos la misma persona.
- ¡Fulgencio, a mis brazos!
- ¿Me conoce?
- ¡Claro que le conozco! ¡Llevamos una hora hablando de de usted, de mí, de yo y de los unos! Cuente, cuente, ¿qué hace de mí?
- ¿Mí? ¿Mi a secas o Mi-mi?
- ¡Ha venido también Mimí! Ya estamos todos.
- Pues si están todos, me voy. Buenos días.
- Buenas tardes.
1 comentarios:
jo, jo, me he partido de risa. vaya lio con el segundo dialogo
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